La armadura de Dios es esencial para que los cristianos enfrenten las batallas espirituales diarias. Cada pieza, desde el casco de la salvación hasta la espada del Espíritu, protege y fortalece a los creyentes. La oración y la disciplina espiritual son claves para activar esta armadura, permitiendo vivir en victoria y avanzar en el propósito divino.